Jefe, ¡que te den! by Vega Manhattan

Jefe, ¡que te den! by Vega Manhattan

autor:Vega Manhattan [Manhattan, Vega]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Humor, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-08-31T00:00:00+00:00


Capítulo 15

Jimena

Pude respirar cuando me besó.

Sentí que todo el miedo que sentía, que era mucho, desaparecía cuando sus labios rozaron los míos.

Esa vez no fue como las anteriores, no comenzó con un beso dulce. Al contrario, esa vez me devoró desde el primer momento. Estaba ansioso y eso me hacía sentir bien, porque yo también me sentía así.

Quería besarlo hasta perder la razón. Quería que entrara en mí y que no saliera nunca. Y eso asustaba. Mucho.

Nuestras bocas se besaban, nuestras lenguas ya no eran tímidas la una con la otra. Nos devoramos allí, con nuestros cuerpos pegados el uno al otro, rozándonos como locos, intentando sentirnos de cualquier manera posible.

—Jimena… —gimió sobre mis labios cuando los dejó libres para que pudiéramos respirar. Pegó su frente a la mía, los dos con los ojos cerrados— ¿Sería muy vergonzoso si me corro en los pantalones por solo besarte?

Me reí, no pude evitarlo. Abrí los ojos y me encontré con los suyos, divertidos a la vez que me miraban con fuego.

—Yo me masturbé pensando en ti.

No tenía que haberle dicho eso, era algo que me tenía que haber guardado para mí misma. Pero, en ese momento, sentí que tenía que compartirlo con él.

Eloy gimió y gruñó a la vez.

—Joder. ¿Cuándo? —me besó de nuevo— Soy yo, Jimena. Por favor, nunca te avergüences conmigo. Cuéntame —nos hizo cambiar de postura, me separó de la pared y me puso delante de él. Me abrazó por la espalda y me guio, caminando hasta su dormitorio mientras hablaba—. ¿Cuándo fue?

—¿La primera vez?

Él gimió en mi oído y yo sonreí. Tenía la cabeza apoyada en mi hombro y besaba mi cuello, provocándome escalofríos.

—¿Fueron más de una? —asentí con la cabeza— ¿Cuántas?

—No lo sé.

—¿Desde cuándo?

—¿Tengo que responder a eso?

Nos paramos al llegar a la cama. Él se colocó frente a mí, me cogió por la cintura y pegó nuestros cuerpos.

—No si no quieres. Conmigo di y haz solo lo que quieras —su mano en mi rostro, dulce—. Pero me gustaría saberlo, así no sentiría que solo lo hice yo.

—¿Has pensado en mí? —saber eso me hacía sentir tan bien…

Asintió con la cabeza.

—Más de lo que debería. Incluso cuando no debía —sonaba sincero—. Y me odiaba por ello.

Lo entendía. A mí también me había pasado lo mismo. Incluso en ese momento me odiaba un poco a mí misma por haber reconocido lo que ocurría y por entender que no podía, ni quería, dejar de vivir lo que fuera que ocurriera entre él y yo.

—¿Qué estamos haciendo? —lo pregunté para mí misma, no fue mi intención decirlo en voz alta.

—Dejar de cohibirnos. Dejar de prohibirnos —me besó—. Eso es lo que estamos haciendo.

Y ahí se acabó la conversación. Desde ahí, nuestras bocas y nuestras lenguas solo iban a servir para conocer al otro.

Probar su sabor.

Llevarlo al límite de la excitación.

Poco a poco, nos fuimos deshaciendo de la ropa que llevábamos encima. Poco a poco, dejamos nuestros cuerpos desnudos, el uno frente al otro.

—Dios, Jimena —gimió cuando me miró de arriba abajo y nunca me había sentido tan deseada como en ese momento, cuando me miró de esa manera.



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